25/5/10

joe urbach



mi padre acepta la derrota

Lo recuerdo muy bien. Yo habré tenido

veinte años: el día en que mi padre

renunció a su rutina de ejercicios

(las sesiones de trote por el parque

cada mañana, excepto en Navidad;

sus arduas calistenias vespertinas

cuando llegaba a casa del trabajo;

los partidos de tenis con amigos

los martes y los jueves); ese día

no fue a correr, no hizo abdominales

y tiró el buzo viejo con capucha

que no lavaba nunca y que había usado

a sol y a sombra todos estos años

sin pausa (en el invierno como abrigo,

y en el verano para transpirar);

abrá sido un alivio, pero fue

más bien la aceptación de una derrota:

como en esos programas de concursos

en que la gente tiene que apoyar

las manos sobre un auto y no sacarlas

de ahí; los que se van cansando pierden,

y el último que queda gana el auto.

versión ezequiel zaidenwerg





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